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Crónica de la Maratón de Comrades 2023

Escribo esta crónica cuando inicio mi regreso de Durban en Sudáfrica a casa en Bogotá, ocho días después de haber participado en la Maratón de Comrades el 11 de junio. Para quienes no han escuchado antes de esta carrera, en realidad no es una maratón, es una ultramaratón de 89 kilómetros entre las ciudades de Pietermaritzburg y Durban. La carrera se corre sobre asfalto y cada año alterna el sentido de la carrera: cuando se corre de Durban a Pietermaritzburg se conoce como “up run” (hacia arriba) y cuando se corre en sentido contrario se conoce como “down run” (hacia abajo). Este año, la carrera fue hacia abajo, es decir con meta en Durban. La carrera se estableció en 1921 como una manera de recordar a los soldados caídos en combate durante la Primera Guerra Mundial.


Para hacer la crónica de la carrera del 2023 debo devolverme al 2020. Mi objetivo era correr la carrera de ese año, originalmente planeada para el mes de junio. Como es obvio, en marzo del 2020 la historia de la humanidad dio un giro inesperado y todos los planes se cancelaron o en este caso, se pospusieron indefinidamente. Cuando los países empezaron a retornar a una especie de normalidad en el 2022, la carrera se llevó a cabo. Sin embargo, para ese año no era la pandemia la que regía mi vida sino otro evento de gran magnitud: el nacimiento de mi hijo. Los planes de entrenamiento y largas jornadas corriendo fueron reemplazados por noches de preparar teteros y cambiar pañales.


En el año 2023 la organización de la carrera nos dio una última oportunidad a quienes teníamos cupo para el 2020 y anunció que este sería el último año para usar esa inscripción aplazada. De lo contrario, sería necesario pagar una nueva inscripción para correr en el 2024. Con ese ultimátum, decidí que este sería el año de correr Comrades. Hay que decir que para correr Comrades no sólo basta inscribirse, es necesario clasificar con una maratón terminada en menos de cinco horas. Aunque ya tenía la inscripción, tenía que buscar una maratón para clasificar.


El calendario de carreras en Colombia y en la región tenía una oportunidad interesante: la Maratón de Barranquilla. Aparte de ser la oportunidad para hacer el tiempo máximo para clasificar a la carrera sudafricana, Barranquilla encajaba perfectamente en el plan de entrenamiento en el mes de marzo como una manera de aumentar distancias a medida que se acercaba junio. Con ese camino trazado llegué a Barranquilla y logré hacer un tiempo cómodo de 3 horas 28 minutos. Lejos aún de mi mejor tiempo en maratón, pero suficiente para poder montarme en el avión a África.


Tres meses después y superados los trámites de visa y un larguísimo trayecto Bogotá - Sao Paulo - Doha (Qatar) - Durban, por fin estaba en Sudáfrica. No podía evitar pensar que esta carrera estaba planeada para correrla tres años antes y todo lo que había pasado en mi vida desde ese entonces: atravesar una pandemia, un hijo (mi primero) y dos contagios de Covid y todo lo vivido en esosntres años. Sin embargo, ya era el momento de enfocarme en estar listo para correr ese 11 de junio.


La feria de las carreras es un espacio genial para meterse en ese ambiente de carrera y la feria de la Maratón de Comrades no es la excepción. A la entrada el ambiente fue festivo con música africana de tambores. Por fortuna para los corredores extranjeros hay una fila dedicada para nosotros con los cual el tiempo dedicado a recoger el kit de carrera fue muy corto. Sin embargo, el resto de la feria no tiene nada que envidiar a cualquier maratón de talla mundial y se encuentran todo tipo de productos para correr, ropa, nutrición, souvenires y productos locales y por supuesto, mercancía para conmemorar la carrera.


Este año la carrera fue en bajada, lo que implicaba que la salida era en Pietermaritzburg. La organización de la carrera ofreció buses para quienes se quedaban en Durban que salían entre una y tres de la mañana para estar en la salida antes de las 5:30 AM, hora del pistoletazo inicial. Por fortuna, Mario Mesa había organizado el transporte hacia Pietermaritzburg el día anterior a la carrera y la estadía allí con un amigo de él y voluntario de la carrera, Brian. Esa noche compartimos con Brian, su familia, Mario y Adriana Tellez quien iba por su segunda Comrades. Fue una buena oportunidad para escuchar historias de carrera por parte de Brian, quien participó en 15 ediciones y aún mantiene su conexión con la carrera a través de su voluntariado. Después de la cena, hicimos los ”rituales pre-carrera” de preparar la ropa con los dorsales (la carrera usa uno adelante y uno atrás), los tenis, geles y todo lo necesario para el día siguiente.


El domingo 11 salimos a las 4 de la mañana hacia la línea de inicio de Comrades, frente al ayuntamiento de la ciudad de Pietermaritzburg. La mañana era fría, con una temperatura de un dígito en grados centígrados. Adriana, Mario y yo buscamos nuestros corrales y los camiones que llevarían nuestras maletas hasta la meta para recogerlas al final de la carrera. Esos minutos de espera entre la llegada al corral, en mi caso el corral C junto a Mario, y la salida se hicieron largos por el frío de la mañana. Pero el ambiente cada vez se sentía más amigable con la llegada de corredores de todo el mundo que poco a poco llenaron el lugar. Pero la emoción empezó a subir rápidamente cuando empezó a sonar el himno de Sudáfrica y luego de este la gente empezó a cantar “Shosholoza”, una canción tradicional de los mineros sudafricanos.




A las 5:30 en punto sonó el pistolazo inicial y salimos 16,072 corredores hacia por el centro de Pietermaritzburg hacia la costa en Durban. Es curioso que una ultramaratón tenga tantos participantes que los primeros 8 o 10 kilómetros parecía mas bien una carrera de calle donde era difícil sobrepasar a otros corredores. Algunos pasos en esos primeros kilómetros por calles estrechas hicieron que la se redujera momentáneamente el paso con tal cantidad de corredores. Sin embargo, como sucede en las carreras, cada grupo empezó a encontrar su paso y a acomodarse en el pelotón.


Por mi parte, no me sentía del todo cómodo esos primeros kilómetros por el frío y por una molestia estomacal que traía de días anteriores. Aunque mi paso era cómodo y mis pulsaciones se veían bien, no me sentía al 100%. Sin embargo, no había mucho que pudiese hacer en ese momento mas que mantenerme en movimiento para entrar en calor y cuidar mucho el plan de nutrición e hidratación durante la carrera para evitar mayores molestias. Lo que me mantenía animado era sentir ese ambiente de carrera entre miles de corredores y disfrutar esos primeros kilómetros ondulados.


A medida que salió el sol fue posible empezar a ver algunos paisajes sudafricanos y disfrutar una temperatura un poco mas agradable. Junto con los primeros rayos de sol hubo una niebla que hizo aún mas llamativo el paisaje. El frío desapareció lentamente y pude encontrar un paso cómodo para la distancia. Sin embargo, mi estómago aún me molestaba y ocasionalmente me dolía cada cierto tiempo, lo que me obligaba a caminar durante varios segundos. A pesar de ello, mantenía un buen ritmo de carrera con el cual podría apuntar a terminar en aproximadamente nueve horas, como era lo planeado.


Unos kilómetros antes de llegar al punto medio de la carrera el dolor de estómago se empezó a hacer cada vez mas frecuente y esto me obligaba a caminar mas. Aunque mis piernas se sentían bastante bien, cada cierto tiempo me veía obligado a caminar mientras pasaba el dolor para luego continuar el paso normal. En ese momento me di cuenta que el movimiento me causaba dolor y a mayor paso, era mas frecuente el dolor. Así que en ese momento tomé una decisión: sacrificar el objetivo de terminar en menos de nueve horas y enfocarme en disfrutar la carrera a un paso cómodo, incluso con una combinación de correr - caminar con tal de asegurar la llegada a la meta en menos de doce horas. ¿Por qué doce horas? Porque al cabo de ese tiempo, es decir a las 5:30 de la tarde se cierra la meta y ningún corredor puede terminar la carrera después de esa hora. En YouTube hay decenas de videos con ese cruel cierre de meta que no perdona y deja a los corredores con las manos vacías así estén a pocos metros de la meta.


Disfrutar la carrera de esta manera trajo la oportunidad de conversar con varios corredores durante el recorrido. Muchos me preguntaban “¿de dónde eres?” y de ahí empezaba una conversación de varios minutos con sudafricanos, estadounidenses, iraníes y de varias otras nacionalidades. Sólo un evento de talla mundial le permite a un corredor conocer personas de cualquier parte del mundo y hablar de lo que mas nos gusta: correr. También fue una oportunidad para entender lo mucho que significa esta carrera para los sudafricanos y porque las ciudades anfitrionas se vuelcan en torno a este evento así como lo hacen Boston o Nueva York con sus respectivas maratones.


El paisaje sudafricano era agradable y lleno de verde en casi todo el recorrido. A pesar de que algunos tramos se corrieron junto a la autopista que conecta a las dos ciudades anfitrionas, generalmente siempre había un paisaje para contemplar. Pero no sólo el paisaje le puso ambiente a la carrera. Desde su inicio y a pesar del frío, muchos sudafricanos salieron a saludar a los corredores a medida que pasaban e incluso les ofrecían bebidas o alimentos. Aunque los espectadores se ven al inicio de manera esporádica, a medida que progresa la carrera en se ven mas y mas espectadores así como clubes de corredores que salen a animar a sus atletas y a ofrecerles avituallamiento en el camino.


Uno de los momentos mas esperados es el punto medio de la carrera, en un sitio llamado Drummond desde donde se puede ver el valle de las mil colinas. Allí, la organización ha dispuesto un muro llamado el Muro de Honor, donde los corredores pueden comprar una placa en la cual aparece su nombre y número. Pasar por allí, en un momento donde mi carrera no estaba en su mejor momento, me dio impulso para seguir en movimiento. Aunque tengo que confesar que la palabra retiro se me alcanzó a cruzar por la cabeza, pensé que mientras me pudiera mantener en movimiento haría todo lo posible para llegar a la meta.


La segunda mitad de la carrera es mucho más animada por la cantidad de espectadores y clubes de corredores que salen a apoyar a los corredores. Prácticamente toda la segunda mitad estaba llena de espectadores y no era difícil conseguir alguien que te ofreciera una bebida hidratante, agua, papa salada o un caso de naranja. Aunque a veces las carrera sobre asfalto pueden ser un poco monótonas, este no es el caso de Comrades. En cualquier momento hay algo interesante, ya sea el paisaje, la gente que anima, otros corredores que te ponen charla o los niños de los colegios que salen a chocar las manos de los que pasan. Si hay algo que une a los sudafricanos sin distingo de raza o condición social es su cariño por esta carrera y lo que representa para su país.


Hacia el final de la carrera, es decir después del kilómetro 60, ya sentía la presión del tiempo de corte en la meta pero las cuentas en mi cabeza me daban para estar a tiempo en Durban. Sin embargo, no quería tomar ningún riesgo en caso de que se presentara algún imprevisto en el tramo restante. El paso con la estrategia correr - caminar no era rápido, pero era suficiente. A ese paso aún tenía a mi alrededor a bastantes corredores, lo que hacía mas llevadera la carrera. Por la distancia, ya tenía algo de fatiga en las piernas pero podía aún avanzar manteniendo un paso relativamente constante. El día no estaba para hacer mi mejor carrera, pero el fantasma del retiro ya estaba lejos y estaba enfocado en terminar en el estadio de cricket Kingsmead en Durban.


La entrada a Durban fue un alivio y ya sentía que la medalla estaba al alcance. Esos últimos kilómetros se hicieron mas largos que lo que decía mi Garmin, pero ya sentía algo de alivio al ver que si mantenía el ritmo, llegaría antes de las doce horas. El estadio ya empezaba a encender las luces a medida que se acercaban las 5:30 de la tarde y el aviso del último kilómetro me dio la suficiente energía para aumentar un poco el paso y entrar al estadio a dar una vuelta antes de llegar a la meta. Justo antes de entrar al estadio, saqué mi bandera de Colombia para cruzar con ella la meta, como me gusta hacerlo en las carreras internacionales. Mi bandera y yo cruzamos la meta en un tiempo oficial de 11:42:54. No es un resultado espectacular ni el tiempo que yo buscaba, pero fue lo que el cuerpo pudo dar ese día y que al final me da la primera medalla de Comrades.


¿Qué conclusiones me dejó la carrera? Primero, que aunque tengamos un objetivo para un evento, este objetivo puede cambiar incluso durante la misma carrera. Si bien quería apuntar a hacer 9 horas o menos, cuando me dí cuenta que esto no iba a ser posible, mi objetivo cambió a disfrutar la carrera y terminar dentro del tiempo permitido. A lo mejor si hubiera intentado ir por las 9 horas mientras mi cuerpo claramente no estaba al 100% me hubiera hecho sentirme frustrado y posiblemente retirarme. Pero, mi cabeza me decía que mientras me pudiera mantener en movimiento a un paso razonable, no tenía motivo para retirarme.


Segundo, el entrenamiento. ¿Era posible hacer más kilómetros para entrenar? Seguro que si. Pero las obligaciones personales y laborales no siempre dejan que esto sea posible y hay que aprovechar lo que se puede, cuando se puede. No siempre fue posible salir a hacer los kilómetros que necesitaba, pero le apunté a ser lo mas constante posible. Es mejor una semana constante, así sea con pocos kilómetros diarios, que un sólo día de muchos kilómetros el fin de semana.


Tercero, el poder de la mente. Por experiencia de muchos kilómetros sé que las carreras a veces pueden salir mal y estaba mentalmente preparado si eso llegaba a ocurrir. Una ultramaratón es tan larga que a veces hay suficiente tiempo para que ante un imprevisto uno se pueda reponer y volver a “meterse en la pelea”. Sabía que la fuerza para continuar no la necesitaba en las piernas sino en la cabeza y que manejando la situación de manera adecuada, tenía con que terminar.


¿Volvería a correr Comrades? ¡Claro que sí! Así como las grandes maratones, esta carrera tiene su encanto y se vuelve un reto para quien la corre y sabe que lo puede hacer mejor en una nueva oportunidad. Con una carrera en bajada, me queda la tentación de hacer el recorrido en subida y estar al 100% para tener un mejor desempeño. Para quienes hacen el recorrido en ambos sentidos, hay una medalla llamada “back-to-back” y no dudo que en algún momento me gustaría volver y saber que puedo hacer una mejor carrera.


Finalmente, le doy un agradecimiento a Mario Mesa por su ayuda y orientación para llegar a Sudáfrica. Su experiencia y conocimiento de esta carrera fueron una gran ventaja. Y mis felicitaciones a Adriana Tellez por su segunda medalla de Comrades y su medalla “back-to-back”. Se nota que quien corre esta carrera una vez queda con ganas de volver.



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